Lesbian*s, nuestras vidas importan
Barracas, lunes 6 de mayo por la madrugada. Una habitación de un precario hotel familiar está en llamas. Cuatro lesbianas están en llamas. Pamela, Roxana, Andrea y Sofía fueron atacadas por uno de los inquilinos. Él les tiró una molotov mientras dormían. Una mano que fueron muchas manos cómplices empujando la bomba incendiaria. La mano del gobierno de Milei que propaga el odio hacia nuestras existencias, la mano de la hostilidad sistemática contra vidas expulsadas de sus lugares de origen, la mano de familias que castigan o abandonan, la mano de los medios de comunicación que banalizan, se burlan y silencian, la mano de vecinxs de bien que piden o imaginan cerrar el hotel porque les afea la cuadra, la mano de un modelo político y económico que nos está aniquilando, entre muchas otras.
Pamela, Roxana y Andrea murieron. Fueron asesinadas. Sofía sigue hospitalizada. El privilegio criminal de la heteronormatividad capitalista hecho carne y cenizas. Barracas es un barrio gentrificado de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires. En medio quedó esa casa vieja que sirve de vivienda, a cambio del pago de un alquiler, para muchas personas que no tienen dónde vivir. Frente al hotel donde ocurrió este acto de inquisición, hay dos contenedores de basura del gobierno de la Ciudad. Sí, frente al hotel pobre. Ahí donde prendieron fuego a 4 lesbianas. Sí, pobre, basura y lesbianas se van yuxtaponiendo en una cama chamuscada que tiraron a la vereda apenas dos días después del crimen. ¿Qué historias contiene esa cama? ¿qué sueños, qué lágrimas, qué calenturas, qué miedos, qué proyectos, qué conversaciones? Basura frente al hotel. Historias que se vuelven basura. Historias que quedan en la basura ¿Alegoría del descarte? Vidas lesbianas descartadas, deshechas, eliminadas. Muertes desechables.
En algunos medios y debates del activismo dicen que mejor disidencia que lesbiana, que mejor mujeres que lesbianas, que en una concentración en la puerta del hotel mejor gritar primero el nombre de alguna activista muerta icónica que no es lesbiana, que mejor no decir lesbiana para no quedar pegadxs con las terf. Me pregunto dónde está el contenedor de basura en esta imaginación que insiste en el borramiento.
Lesbiana, lesbiana, lesbiana, lesbiana, decirlo tantas veces como las que se lo calló , es la frase que nos regaló Macky Corbalán en la Celebración de las amantes del 2012 en Córdoba. Usar lesbiana para nombrar el motivo del atentado no es hacer de este crimen un asunto de lesbianas, es hacer justicia con un nombre que fue saqueado de existencia vital. Es reparar una historia de invisibilidad, soledad y violencia. Cuatro historias no contadas. Es reconocer que la comunidad de lesbianas y lesbianes y toda la comunidad disidente sufrió una herida, una pérdida, una más, y que precisamos rituales de duelo, de justicia, de sensibilidad. Decir lesbiana es reconocernos en una comunidad de disidentes sexuales que no busca cancelar nombres sino habitar en y entre sus diferencias, con la apuesta radical de que “el mundo necesita ser rehecho”, como decía Dorothy Allison en un ensayo de 1994 donde rinde homenaje a una lesbiana que fue prendida fuego en la calle. “Somos las olvidadas/en llamas en las calles”, es un verso del poema.
Fugitivas del desierto , grupo de lesbianas feministas de Neuquén, organizó en el 2007, año del asesinato del maestro Carlos Fuentealba, una actividad para el 17 de mayo que se llamó Nuestras vidas importan , en la cual repartimos un volante que quisiera volver a circular en estos tiempos fascistas que nos desgarran:
es el nombre que me dieron; el nombre que aprendí para la vergüenza y el asco de mi misma; el nombre que hacía de mi placer una tumba, una fosa común de cuerpos malolientes; el nombre que usaba mi hermano para maldecir; uno de los nombres del silencio; es el nombre de una existencia indigna; el que convierte mis besos en razón del estallido de la familia; el que define mis actos como terrorismo para la especie; el que sigue justificando miles de sesiones terapéuticas; es el que exhorta al crimen; el nombre del tránsito por el espanto del aislamiento; el nombre de mis pasos de esclava, de la enfermedad inventada por el poder; es el nombre de una estética del secreto, que hace de mi cuerpo un yo desechable; es el nombre que contiene las huellas invisibles del fuego; del temor pastoso que inunda las calles de esta ciudad; el que condena mis amaneramientos masculinos; es el idioma privado del lenguaje que domina; es el nombre de la hostilidad que recibo al andar; es el nombre de lo ajeno en mi propio espacio; es el nombre de la misoginia solapada en tus ojos, compañero; es el nombre de tu temor a ser confundida con una de nosotras, compañera; es el nombre de tu enojo, compañera, porque pintaste la unidad de un solo color y opacaste mi diferencia .
Me interesa reponer estos hilos de fuego que unen vidas y muertes, historias de activismos cercanos y lejanos. Hilos de fuego que escriben lecciones correctivas para atemorizarnos, callarnos, desaparecernos. Hilos de fuego que son parte de las historias entrelazadas que nos toca contar. Porque necesitamos seguir contando las historias de Pamela, Roxana, Andrea y Sofía. Necesitamos seguir contando las historias de esa cama calcinada, necesitamos palabras, gestos y dinero para no hacerlas meras víctimas, necesitamos seguir contando sus sueños y desvelos, necesitamos seguir gritando sus nombres para que resuenen en las calles ante tanto silencio, necesitamos seguir abrazándonos para escuchar nuestra consternación colectiva, necesitamos seguir internacionalizando el repudio a este ataque lesbodiante, necesitamos seguir expresando públicamente nuestra rabia, necesitamos seguir haciendo un ritual comunitario para despedir a las muertas y abrazar a lxs vivxs, necesitamos seguir desarmando los discursos de odio y sus políticas económicas letales, necesitamos seguir activando imaginaciones insurgentes que insistan en esos futuros no realizados del pasado de la disidencia sexual, necesitamos seguir inventando un nuevo lenguaje para volver a contarnos después de tamaña crueldad, necesitamos no tirar nuestros nombres a la basura.
Porque las vidas de Pamela, Roxana, Andrea y Sofía importan
Porque nuestras vidas lesbianas importan
val flores
lesbiana, activista, escritora
la boca, 12 de mayo del 2024